martes, 5 de junio de 2012

De 3 a 5:30 [Parte 4]

En mi soliloquio de berrinche me llevó al egoísmo de enfriar la relación, me sentía traicionado aun cuando yo estaba comportándome como un verdadero patán. Decidí distraerme un poco y hacer que ella hiciera lo mismo por otro lado; le comenté a un amigo que la invitara a salir a razón de no tenerla lejos pero a la vez sin peligro de que no estuviera conmigo. Se conocieron por teléfono, él le llamaba desde mi celular porque la tenía gratis y podíamos hablar durante el tiempo que quisiéramos -gran error-, empezaron a relacionarse demasiado y hablaban cada vez más, pero no tomé la molestia de intervenir porque no pensé que fuera algo de peligro. Se conocieron el fin de semana que quedaba cerca del 14 de febrero y ella ideó un plan para decir en su casa que saldría de fin de semana con los del trabajo, cuando no era cierto, se fue a la casa de fin de semana de dicho amigo.


Me quedé a gusto siendo que cuando yo iba a esa casa me la pasaba muy bien, al grado de que lo repetía un par de veces al mes, por lo menos. Cuando regresó, el lunes de inmediato la contacté para ver cómo le había ido, ella, muy escueta en su respuesta, me platicó nada. Me dijo que le había ido bien, algo divertido, que nadó, que tomó, que todo, en realidad, estuvo solo bien.


Le pregunté a mi amigo, y él, cual hombre determinado y lleno de conquistas a través de sus años, orgullosamente me dijo que tuvo relaciones con ella. Se me cayeron los calzones al sótano, desde el piso 16 donde trabajaba. No tuve más que encararla para poder satisfacer mi necesidad de estupidez masoquista y vagamente lo aceptó, no sé si con pena o vergüenza o solo quería quedárselo para ella, lo que era algo muy válido.


Nunca más toqué el tema con ella, no volví a buscarla con fines de amor, sexo o confidencia, mi orgullo me llevó a olvidarme de ella por completo, aun cuando nunca pude separarme por completo, nunca pude estar lejos de ella de ninguna manera. Me arrepentí por un rato, mediano rato, mi relación iba mejorando un poco, y ella se veía feliz, nos frecuentamos tanto como un ateo a la iglesia, socialmente aceptado, pues. Ella empezó a enamorarse de él, él ya lo estaba desde que se la presenté aunque tardó un poco en cuajar esa relación oficialmente.


Brincándonos un poco acontecimientos que no tiene caso mencionar -el desinterés de ese tiempo no tiene aspecto agradable en la situación que me encuentro-. Ocurrió un problema enorme, ella tuvo un problema fuerte con el neandertal de su padre -que carece, hasta la fecha, de neuronas funcionales- lo que la llevó a tomar la decisión de salirse de su casa, propuesta hecha educadamente por el erudito progenitor. Llamó apresuradamente a su novio para que la recogiera, tomó sus cosas, las pocas que pudo y se fue a casa de él. De ahí, ya nunca salió, me dio gusto que él pudiera tener los medios y recursos para apoyarla de esa manera, yo jamás hubiera podido ser eso; tiempo pasó y nunca tomó otro rumbo, vivió ahí hasta que fue adoptada por la familia de su novio, tan cercanamente que decidió no regresar a su casa e impulsar el deseo de casarse con él.

Poco tiempo antes de que decidiera encarrilar esas nupcias, pasó algo curioso en su cumpleaños número 22, fuimos a comer con los de su trabajo, gente con la que me relacioné también cuando trabajé ahí; el alcohol corrió en cantidades exorbitantes y ella nunca ha sido de tomar de manera excesiva por lo que terminó con su cordura a la tercera copa que tomó, yo no tomaba en ese tiempo, además de que mi cometido era llevarla a su casa después de la celebración y no soy muy bueno tomando y manejando, salimos a fumar varias veces, mencionábamos temas curiosos de lo que había pasado, recuerdos bonitos y recuerdos que no valían tanto la pena, reclamos, como muchos les dicen. Ya una vez con la sangre caliente de dichas pláticas privadas en el balcón del restaurante, ella dejaba escapar su mano por debajo de la mesa hacia mi pierna, la acariciaba, la apretaba, me hacía ver que todavía había algo, cosa que nunca mostró antes, en la siguiente salida a fumar, le pedí un beso, me lo dio en una manera tierna que no había hecho antes, sus labios apenas rozaban los míos y sentía su respiración, su vaho, entrando por mis labios y yendo hasta el fondo de mi garganta, su lengua pasaba lentamente a través de todos mis labios, los mordía con una pequeña succión que me dejaron volando a miles y millones de metros por encima del cielo. Decidí enfrentar todo viento y marea que se interponía en mis irracionales actos a los que me quería afrontar: confesé mi enamoramiento latente, que nunca decidí bien las cosas, que la amaba y no quería que estuviera lejos de mí, que dejara a su novio, que nos fuéramos lejos, que podíamos empezar todo de nuevo, podíamos ser lo que quisiéramos, que teníamos la fuerza para poder tirar cualquier muro que se interpusiera; era demasiado tarde, ella solo se dedicó a reclamar más y soltó algunas lágrimas, yo sin embargo no bajé la postura a nada que me detuviera, se limpió las lágrimas y decidimos entrar de nuevo a la mesa donde estaban todas las bebidas. Nunca me resolvió nada, parecía que estaba demasiado distante por el alcohol y no estaba reaccionando a lo que le dije. Más tarde, a la hora acordada por su novio, nos despedimos para tomar rumbo a su casa en mi coche, ella ya no controlaba ningún impulso que el alcohol no inhibiera. 


Pedimos el coche, la noche estaba terriblemente helada y la lluvia pesada que provocaba un tráfico infernal, a penas nos subimos al coche nos envolvió una pasión que nos hizo besarnos hasta empañar cada cristal del coche, ella estaba irreconocible, me besaba con tantas ganas como si hubiera tenido ganas de hacerlo desde 3 años atrás, desde que terminamos, por así decirlo. Los besos y caricias nos llevaron a intimar más y más, nos tocamos cada parte de nuestro cuerpo que las posturas dentro del coche nos permitieran, nos perdimos entre las calles de ese rumbo por una hora, hora en la que se desfogó todo lo guardado que teníamos. Por fin llegamos a su casa, se bajó y casi no pudo abrir la puerta de su casa.


Me regresé por el camino largo y no dejaba de pensar que lo planteado se podía hacer realidad mucho antes de lo que pensaba, así como la correspondencia de ese deseo que tenía desde tiempo atrás.


Al otro día platicamos por messenger, pero no mencionó nada del tema, de hecho, ni siquiera me siguió la corriente en un par de comentarios que hice para que tomáramos el tema en manos, fue devastador pensar que estaba tan ebria que se arrepentía de lo que hizo, dijo y pensó. Mi mejor escenario era que no lo recordara, pero no era así, lo recordaba bien, tanto que quiso evitar el tema. 


Desde ese día, solo hubo destellos de esa plática, de nuestras situaciones en paralelo, de nuestro querer.


Ella tiene una mente tan poco legible, tan poco transparente que es casi imposible de saber o insinuar qué piensa, tiene que ser muy directa con uno para poder entenderla. Una vez que expresé lo que sentía y no tuve respuesta de su parte, cometí el error de lanzarme a ella de manera física, trataba de besarla en muchas ocasiones y no recibía respuesta de su parte, no sé porqué si así había pasado 4 años atrás. Siempre trataba de llegar a su cuerpo antes que a su cabeza, al revés no me había funcionado, me acercaba, trataba de tocar su torso, su tan erguido y elegante torso, con esa proporción tan perfecta que manipula el concepto de balance a todas direcciones, sus piernas largas, torneadas, deleite que a cualquier costa deseaba para mi, pero no para un instante como había pasado, de verdad lo quería para siempre. En otras ocasiones se lo dije, pero ella no me creía, literalmente dicho, no creía que mi deseo, como lo representaba, era mucho más allá de lo carnal, ella pensaba que solo quería eso y no supe como hacer que cambiara esa interpretación, sin embargo, nos seguimos acercando conforme el tiempo pasaba.

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