lunes, 28 de mayo de 2012

De 3 a 5:30 [Parte 3]

Después de todo lo ocurrido empezaba mi pesadilla de autoestima, indecisiones, y falta de conductivismo apropiado. Pese a todo lo que podía ganar y no perder al estar con ella, no podía aceptarlo fácilmente, hasta el día de hoy no sé porqué. Tiempo pasaba y me hacía más feliz cada día, cada que tenía oportunidad le llamaba, le escuchaba todo. Pocas veces nos decíamos cosas claras que denotaran cariño o amor, pero más que eso, los actos hablaban por si solos. 


Hasta hace poco fue que ella me recordó un suceso importante que fue de las primeras sensaciones de desmembramiento que le hice sentir, y lo sé, pero no podía bajar las manos ante mi clara posición de patán que siempre quise dar por seguridad propia:


Era un jueves, a las 10 de la noche, ya casi era hora de llamarle como todos los días lo hacía -10:45 aproximadamente, para que ya estuviéramos en cama y listos para dormir, pero vaya sorpresa que ella me llamó primero, no se escuchaba prácticamente nada, solo un gran sonido de música, risas, gritos, ella había salido a tomar algo con un grupo de amigas, a las que sé, les contaba todo lo que iba pasando. Me saludó y yo me encontraba extrañado, algo no estaba siendo regular, se salía de la rutina que teníamos, rápidamente noté que su tono no era el más sobrio ni su dicción la más acertada -no quiero exagerar, solo sabía que había tomado-. Me empezó a hacer preguntas sin sentido, cómo me había ido, qué tal mi día, cosas regulares pero que yo contaba, no que ella preguntara; después del breve momento de rodeos decidió decirme el propósito de la llamada:


"Te llamé para decirte que estoy clavada, que me siento muy bien contigo, que te quiero y quiero saber qué piensas". (Algo así dijo, no lo recuerdo textualmente).


Me quedé helado, sin saber qué decir, en realidad sí sabía, pero no podía decirle al hecho lo que estaba pasando, yo ya me encontraba comprometido sentimentalmente con ella, pero no sabía cómo aceptarlo ante si misma (cada que lo había hecho, terminaba en un uso no muy benefactor para mí). Lo único que podía decirle era que estaba bien, que... que... gracias, prácticamente. Nunca pude decirle que estaba enamorado de ella y que quería pedirle ayuda para deshacerme de la persona con la que me encontraba; jamás pude hacerle ver cuanto quería estar con ella ni de qué manera me encantaba todo su ser, aspecto, inteligencia y templanza. Nunca pude aceptarlo enfrente de ella. Necesitaba pedirle ayuda pero mi orgullo podía más que mi necesidad.


Pasaron días buenos y días malos entre nosotros, días en los que me quería ver, días en los que no me quería ver y así mutuamente de mi lado. 


Cada día avanzaba más en el consentimiento de que quería dejar a mi pareja actual por ella, cada día me partía en menos pedazos para poder verla. Así, un día lleno de circunstancias que llenaron mi saciedad de análisis me di cuenta que mi pareja me estaba engañando, con otra persona, y de manera épica en todos niveles. Mi depresión me llevó al suelo al ver que, aun cuando estaba dejando muchas cosas por ella, no lo valoraba, por lo que decidí adentrarme más en mi relación con la persona que más me procuraba. 


Ya estaba profundamente entrado en mi papel de poder dejarla, cuando decidí enfrentarla con los hechos documentados de esto y todo salió mal, me pidió que no la dejara, después de mil berreos decidí no hacerlo. Mala decisión.


Días después, tenía que hablar con ella y explicarle lo que estaba pasando con mi relación "oficial" por lo que un 11 de diciembre acordamos vernos al día siguiente: era la comida navideña de su empresa y fue cuando le llamé para decirle que no podía seguir más con esto, no sé porqué hice eso, hasta la fecha, o si hubo alguna razón válida, ha quedado borrada de cualquier registro que tenga.


Aun así, no rompimos el compromiso del día siguiente, puntual llegué a las 11 am a su casa donde se encontraba sola ya que sus padres habían salido de viaje llevándose a sus hermanos, el día era demasiado caluroso, muy soleado y con el cielo despejado de un azul tan claro que era imposible verlo detenidamente, eso me pone de buenas, llegué con entusiasmo. Creo que desde que hablamos un día antes habíamos sobreentendido del porqué ese sería el punto de reunión -era una obviedad el querer hacernos de nuestra privacidad-. Me recibió con los ojos rojos, desvelada, detrás cargaba una noche con excesos en todo tipo de concepto, no me pareció encantadora esa imagen y por primera vez con ella sentí celos e inseguridad. Nos saludamos dándonos un beso en la boca, repudié completamente ese aliento a alcohol que despedía de ella, para mí ese olor me es nauseabundo, mi entusiasmo decayó varios niveles; me tomó de la mano y rápidamente me llevó al cuarto de sus papás en el segundo piso y me sentó en la cama, siguió besándome pero yo no lo hacía con gusto, ella continuaba efusivamente cuando siguió por mi pecho, me abrió la camisa y decidió desabrocharme el cinturón, actuaba más intensa que nunca, cuando intentó desabrocharme el pantalón intentó acercar su cara y de sus hombros se deslizó su blusa, lo que dejó ver un moretón enorme, le pregunté que qué le había pasado y decidió no responder y seguir con lo que estaba haciendo, la separé de mi,  le bajé la blusa de los dos hombros y tenía 4, 5 o 6 moretones por todo el pecho, ya sabía qué era solo decidí presionarla hasta que ella me dijera qué había hecho. Por más que yo preguntara, ella intentaba no contestar y seguir su tarea con mi pantalón, alcé la voz y le pregunté por última vez qué era lo que había pasado: después de bajar la mirada, respirar profundamente contestó haber pasado la noche en un hotel con un compañero de trabajo en una total pérdida de sentido ahogado en enormes cantidades de alcohol. 
Fue un sentimiento de desilusión, me sentí ultrajado bajo las cosas que casi me pertenecían, por así decirlo, aun cuando no era mía, aun cuando una noche antes le había dicho que todo estaba por terminar. Por primera vez con ella sentí una enorme furia de celos y traición, decidí irme de su casa de inmediato con un coraje inmenso lleno de resentimiento. Dentro de mi, muy dentro, tan dentro que no lo pude aceptar hasta años después -y sigo fúrico por el hecho-, sé que no debí enojarme, sé que no debí pensar en una exclusividad de ella hacía mí porque yo no o estaba cumpliendo, se que debí comprender el dolor que le causé con mi ingratitud. 


Que no suene dramático, pero prácticamente me lo había ganado.

jueves, 24 de mayo de 2012

De 3 a 5:30 [Parte 2]

Preámbulo
Eran pocos días, algunos solamente, después de mi cumpleaños cuando conocí a mi pareja de ese momento, una chica linda, de estatura corta, cabello chino, tez blanca, sonrisa peculiarmente llamativa; la conocí en una fiesta infantil en donde el hijo de un amigo estaba cumpliendo 3 años, y debíamos celebrarlo a lo grande puesto que teníamos apenas 21 años. Hablamos ese día, convivimos, hubo penetrantes miradas y nos besamos entre copas, cigarros, gritos y súbitas intervenciones de amigos borrachos. Nada romántico, nada particular, solo era un triunfo personal el cual debí de haber adoptado muy frenéticamente ya que venía de una relación tormentosa y enfermiza ¡quién lo diría! Días después, esa chica me confiesa que tiene tiene novio -la primera que me hizo-, pero está a punto de dejarlo, sin embargo, me aferré a mi primer triunfo. Una semana después, la invito a mi fiesta de cumpleaños, donde a todos mis amigos les presumo de mi nueva adquisición, de mi nuevo logro después de haber tenido una pareja a la que le tengo mucho recelo. Todos mis conocidos, de ese momento, se encontraban emocionados por mi nueva actitud en la que me encontraba; dieron las 11 de la noche y ella no llegaba, un amigo tenía la enmienda de ir por ella puesto que yo, como anfitrión, no podía salir de casa. Llegó mi amigo, ¡por fin! Solo, me dijo que fue por ella y que a medio camino pidió que se desviara para ir a otro punto, mi amigo, poco extrañado omitió cualquier comentario, cuando llegaron al punto que ella había guiado se bajó del coche y le pidió perdón al conductor, afirmó que era casa de su ex novio, habían regresado y ella se quedaría a dormir en su casa ya que su mamá andaba de viaje -la segunda que me hizo en tan solo dos semanas-. Aferrado en mi imposición de que nadie podía hacerme tales cosas, decidí seguir insistiendo y al cabo de unos meses lo logré, muchos intentos, muchas frustraciones, muchos comportamientos en los que me desconocí. Fue mi novia. Salté detalles de ese transcurso de 4 meses en los que también me hizo varias jugadas las cuales me daría flojera redundar.
Por fin el día había llegado, de nuevo, su mamá andaba de viaje y veía mi oportunidad de dormir con ella. Me invitó a su casa, pero algunos tragos después -estábamos en un bar, en lo que parece que era la única actividad que nos acercaba- decidió no aceptarme en su casa, por lo que desesperado busqué alojo en otra casa, de algún amigo, conocido, no sé. No encontré nada, era ya de madrugada, le rogué que me dejara quedarme y lo logré, después de días de estar fuera de mi casa, era ya hora de dormir en una cama.
No pasó nada, no dormí nada, tenía la estúpida manía de beber, tomar, englutir cualquier sustancia que deformara mis capacidades cognitivas. Había consumido éxtasis por lo que mi furia era demasiada, no logré conciliar sueño ni mucho menos.
Al otro día me fui temprano, necesitaba alejarme de ese cerro de malas aptitudes hacia todo lo que hacía. Nunca pude en los consiguientes años.
Mientras todo esto pasaba, dichos tormentos, malos ratos, egocentrismos y dependencias, conocí a la principal de mi relato, mujer que podía cambiar mi vida, enderezar el vector tan mal dirigido en el que me encontraba, pero decidí descartarlo puesto que el ambiente en el que estaba me era más llamativo que su maldita prudencia para todo. Estúpido yo de 21 años.
Desde que salí de aquella empresa la relación intimó mucho más de lo que yo esperaba, seguían los mensajes, los largos párrafos de confesiones a través del messenger, llamadas diario, a las 6 pm, hora en que yo salía de trabajar y ella estaba por entrar a clase, llamadas a las 10 pm, hora en que yo llegaba a casa y ella disponía de dormir, llamadas a las 2 am, hora en que yo aun no conciliaba el sueño y extrañaba su voz, llamadas a las 7 am, hora en la que ella entraba a trabajar y me despertaba para irme a trabajar. Vamos, una relación a distancia en la que yo no me quería involucrar voluntariamente pero tenía toda mi atención.
Un día, bajo una conversación un tanto intensa llena de teclas y dudas para dar enviar al mensaje, le hice ver que aun cuando le tenía demasiado aprecio, no quería llegar al punto de tener relaciones, ya saben, para no formalizar. Punto en el que mentía porque me conozco demasiado bien, una vez pasando eso, el sentimentalismo me aflora de una manera que poca gente conoce. Una vez hecha ésta amenazadora advertencia me sentía a gusto haciendole ver que nada iba a ser más allá de besos, caricias y detalles en llamadas. Cosas que nunca dejé de ver como algo que yo sí quisiera, pero nunca me atreví a aceptar.
Cumplía años y fuiste la primera en llamar, mi relación actual estaba en caída vertical, todo el día pensé en ti y en tus labios, labios que nunca olvidaré, nunca olvidaré la sensación de morder ese par de pedazos de carne con la textura que jamás podría describir. Todo el día pensé en ti pero no pude decírtelo. No pude decirte que eras lo único que quería en ese cumpleaños. 
Mis cumpleaños me causan una gran depresión.
El tiempo avanzaba y no lograba determinar algo con ella, aun cuando lo quería, tenía la falsa esperanza de que ella no podría seguir en mi dirección de el ambiente en el que me encontraba, siempre ella preocupada por su universidad, por su familia, por sus hermanos, por su trabajo, por mi. Y yo, siempre preocupado por donde era que esa noche me iba a embriagar.
Un día, pensé individualmente en que ella sería la perfecta excusa para poder terminar con mi pareja de ese momento. Estaba acostado con ella, ya con problemas de infidelidad de las dos partes, fue cuando decidí mandarle un mensaje diciéndole que me llamara, ipso facto recibí la llamada, voz cálida, con un tono de preocupación, supongo por lo escueto de mi mensaje ya que tenía poco tiempo para hacerlo sin que me revisaran el celular; le contesté y me hice el sorprendido de recibir tu llamada, mi novia se enceló y me arrebató el teléfono celular haciendo ademanes de que me encontraba en problemas; empezó a alzarle la voz para decirle que ya no quería que me llamara, que tenía novia y que no quería saber nada de ella. Morí bajo las piedras que me enterraban de pena en ese momento con ella. No merecía eso, ¿por qué se me ocurrió tan valiente e inteligente acto? Por imbécil. Terminada mi visita con mi novia, decidí llamarle para pedirle disculpas, ella, tan fuerte como siempre lo ha mostrado, dijo que no había pasado nada, prácticamente "gajes del oficio". Nunca supe lo que en realidad pensó ella.
Después de las disculpas, parecía que todo seguía su curso, yo en mi relación y con mi cabeza en otro lado.
Las llamadas en la madrugada no pararon, nunca, y cada vez eran más intensas, nuestras visitas, nuestros besos, tomadas de la mano, abrazos, todo se incrementó en un nivel sensorial mucho más alto del que yo quería. 
Llegó el día, le propuse ir a un hotel, quería tenerla para mi en todo momento, ella, tras varios argumentos en los que no se notaba muy de acuerdo, pero tampoco lo contrario, accedió.
Nos vimos en una avenida cerca de mi casa, gran avenida, 6 de la tarde, decidimos entrar y después de todos los nervios que yo sentí y el doble por parte de ella, iniciamos.
Todo vago recuerdo de ello, todo esplendor, todo lo que sentía era para mi especial, para ella, el momento que toda mujer recuerda por siempre, su primera vez. 
Yo recuerdo no haberla pasado bien en mi primea vez, estaba muy chico, la otra chica era mucho más grande que yo, nada salió bien.
Esa noche, nunca sentí tanta humedad en mi cadera, ella arriba de mi, deslizaba todo su cuerpo sobre el mío, parecía que lo disfrutaba mucho, mucho más que yo. El sentimentalismo de mi parte, como siempre, oculto debajo de la cama, no podía mostrar mi manera de sentir hacía ella, lo único que quería era que nos uniéramos en un lapso que nadie determinara. Recuerdo que tiempo después terminamos acostados, viendo un programa infantil, ella sobre mi brazo y su brazo sobre mi pecho. Satisfechos, contentos, pero no sé si feliz: acababa de poner mi cabeza en la guillotina en una situación en la que no podía tener el control dado el estado en el que me encontraba.
Varias veces se repitió en mi casa puesto que quedé desempleado porque la empresa en la que laboraba fue comprada por el monstruo de la industria.
Esas visitas cambiaban mi vida, ibas a mi casa, comíamos comida congelada, en mi cama, después me metía a bañar y a veces me vestía, otras me volvía a acostar contigo, algunas veces salíamos a comer unos tacos cerca de mi casa, siempre pagabas tú porque yo no tenía ingreso, era deprimente pero siempre lo hiciste incondicionalmente. 






Llegabas a las 3 y te ibas a las 5:30, siempre.

martes, 22 de mayo de 2012

De 3 a 5:30 [Parte 1]

Cada que trato de alzar la cara para ver el panorama, busco con la cara hacia abajo, forzando mis ojos a mirar al frente, cualquier detalle que me detenga a levantar la vista; me incomoda voltear a ver a cualquier dirección sin antes fijarme que no me estén viendo, es ridículo, pero no lo tolero.
Eran las siete de la mañana cuando levanté la vista una vez ya sentado en mi escritorio de trabajo, un área amplia en la cual poca privacidad había, todos los empleados de donde trabajaba tenían la necesidad de estar en constante linea de comunicación por lo que no había cubículos en los cuales uno pudiese encerrarse a no socializar. 

Dispuesto a dar los primeros roces de falsa simpatía ya que no me encontraba del todo a gusto en ese lugar, vi a 15 metros una cabellera tan negra y pesada como cualquier cofre que tiende al fondo del mar, asombrado, inmediato me levanté a revisar el nuevo recurso que adquiría la empresa; confirmado, era una chica que llamaba la atención de cualquiera que pudiese pasar tan cerca de ella para parecer tan irracional y no voltear a ver. Lentes estrechos, cejas de bárbaro poder, tan arqueadas que delineaban su cara a proporciones inéditas, labios carnosamente chicos, mejillas con hoyuelos cálidos con los que podía mediar con cualquier sobriedad de plática con ella, ojos profundos, vaciladores, coquetos e hipnotizantemente negros, un talle enorme con unos pechos que podía imaginar desde el primer momento en que te vi, de calidad elegante y proporciones épicas, mujer alta, de piernas largas, torneadas, perfectas. Morena, tez de tonalidades que causan temblores a cualquiera.
Días después, no recuerdo cuantos, decidí presentarme más informalmente a como acostumbraba el área de recursos humanos en la empresa, su voz, tierna y aguda llenó mis oídos de llaneza durante días, días que se convirtieron en años hasta ahora. Empecé a ahondar en su cabeza con infinidad de preguntas a las que contestaba angelicalmente con monosílabos insoportables. Decidí desistir de mi interés por ella, claramente me mandó el mensaje de que yo no era si no una persona más que cruzó frente a ella. El problema fue cuando me di cuenta de que ella no había sido así para mí, comenzó a no querer salir de mi cabeza al grado de no saber cómo actuar puesto que no estábamos ni cerca de conocernos más profundamente.

Preferí insistir sin preguntar, le pedí su cuenta de MSN Messenger, lo que, en esos tiempos, era algo muy particular para intimar más en una amistad -que no era precisamente lo que yo quería-. Recuerdo que me lo dio inmediatamente y de esa misma manera le agregué y comenzamos a platicar. Raro, pero escribiendo se desenvolvía mucho más, más confianza, más íntimo, justo lo que quería. Me contó todo lo que le puedes decir a un perfecto extraño los primeros días, todo acerca de su familia, de su relación con un chico, más grande que tú, amigo de tu familia, ese que había sido tu maestro, ese que tenía negocios impresionantes con su papá, ese que tenía la madurez que nunca habías visto en alguien, ese que se había convertido en mi peor enemigo desde aquel momento.
Salté el tema tan inteligentemente que me devolvió la pregunta que nunca quise que me preguntara, si yo tenía una relación. Tuve que decir que sí, puesto que la tenía, sin embargo, era la peor relación en la que me encontraba y no tenía interés en conservar,  pero tampoco tenía el valor para terminar.
Pasó el tiempo y nos acercamos tanto que me dio miedo no poder controlar las cosas, teníamos mucho en común pero no quería aceptarlo, no podía controlarlo. Me cuesta trabajo pensar en involucrarme en eventos que no pueda tener un control obvio de la situación. Me estabas gustando y no podía perder la razón tan rápido.

***
Pésimo para mí, no me gusta aceptarlo, pero soy dos personas las cuales conozco a la perfección, la que piensa claro y la que no. La que piensa que controla la situación y la que es controlada por la situación. Es difícil mostrar mi lado que no me gusta, de hecho, solo se la muestro a la persona en la que me encuentro relacionada sentimentalmente, y me pone en una situación muy vulnerable, por lo que no me gusta que se muestre ese lado de mí donde pueden hacer de mí, prácticamente, lo que quieran.
***

No podía mostrarle ese lado de mi tan rápido, tenía que impregnar rápidamente mi imagen de patán antes de que pudiese enseñar mi lado real, vamos, tenía 21 años, ¿qué más podía, yo, esperar de mí? Pero bien, algo le gustó de mí y decidió acercarse más y más. Abrí parte de mi, le mostré un poco de lo que podía ser y creo que le gustó, no sé por qué. Nunca quise proponerle algo más íntimo que nuestra amistad por temor a romperla, sin embargo tenía el cien por ciento de mi atención, todo el día, cada segundo de las horas que pasaban lentamente en la agonía de mi relación actual con una mujer que hizo de mí lo que nunca habían hecho.

Salí de aquella empresa en términos súbitos por lo cual había solicitado discretamente meses atrás, nadie sabía, ni yo. Cambié de trabajo y continuamos hablando por ese medio que tanto me dio de ella. Cuando entré a trabajar a mi nueva oficina, me di cuenta que podía seguir viéndola, estábamos a tan solo unos edificios de distancia, por lo que le propuse vernos en la esquina media que había entre nuestros trabajos. 

A ti:
Eran las 2:30 de la tarde, marzo de 2007, calor repugnante y lleno de personas caminando por la acera y camellón de esa calle que era el único camino a verte. Acordamos vernos dentro de 15 minutos en esa esquina, llegué poco antes que tú, solo unos segundos, tiempo de dio de prender un cigarro y ver a toda la gente que pasaba pensando en que si podría ser un blanco fácil de miradas con lo que pensaba hacer, tenía pensado besarte. Llegaste con tu paso apresurado, de larga zancada, sin tacones, pantalón caqui con una blusa verde esmeralda. Nos saludamos, sonreímos, sabíamos perfectamente porqué estábamos ahí, subí a la banqueta ya que estaba abajo de ella, esperando a que fueras como casi todas las chicas con las que me había besado, chaparra, pero no, eres tan solo unos centímetros más baja que yo por lo que tuve que subir a la banqueta, después de un par de minutos de plática que teníamos que tener con cordialidad socialmente aceptada nos acercamos con sonrisas nerviosas y nuestros labios se tocaron de una manera tan tímida e inocente que me desconocí. Sentí un rayo que atravesó mi espina, me besaste con la ternura que no conocía y sacaste de órbita todo lo que pensaba tener bajo control. Fuiste la sensación que nunca tuve, la sensación que siempre quise tener. Poco a poco nos acercamos más y decidiste terminar con aquel beso que quise que fuera eterno. Te despediste raudamente dejándome ahí, con un hoyo del tamaño del zócalo de México en la boca del estómago, como si lo que hiciste estuviera mal y sí, estaba mal, no era el momento ni el lugar. Seguimos repitiendo dichos encuentros, en el mismo lugar, a la misma hora. Cada vez más sensual, más fuerte, más excitante. Lo que había empezado como acercamiento solo de los labios, había terminado en abrazos fuertes y cálidos, te tomaba de la cintura, esa zona de la que me enganchaba para poder mantener los pies pegados al concreto. Consecuentemente me provocabas erecciones dentro de nuestros pocos y cortos momentos de ternura evolucionada en pasión de 3 minutos, siempre entre cantidad incontable de gente que nos rodeaba, mi único impulso era pegarme a ti hasta que un día lo hice tan indiscretamente contigo que te diste cuenta, metiste tu muslo entre mis piernas para sentirme más y mi única reacción inmediata fue aventarte efusivamente a unos arbustos, reacción de pánico ya que no quería que te dieras cuenta. Inútil, demasiado tarde.


lunes, 21 de mayo de 2012

Introspección.

Jamás he terminado de saber lo que puedo tener en mis manos sin antes haberle hecho un análisis profundo, en todo sentido; gran limitante para la intimidad de mi estabilidad emocional dado a que han sido pocas veces las que me da una satisfacción completa el análisis que realicé. 
Es frustrante saber que nunca puedo sentarme a disfrutar de las cosas sin necesidad de andar escaneando cada detalle del cuadro que entra en mis ojos, sin embargo, en espejismos optimistas que llego a generar espontáneamente, es fácil visualizar lo que quiero dado a que ese análisis es tan perfecto que puedo saber cuanta felicidad puedo generar de ese suceso, es decir, sé perfectamente desde el inicio de determinado evento cómo es que se desarrollará. ¿Eso por qué? Pues porque me predispongo, no por cómo vaya a pasar, si no por la pésima manera de sospechar de todo.
Esto me ha traído contrastes en todo lo que me dispongo a narrar. Es tan sencillo de definir como que algo me guste al grado de un éxtasis intrínseco o un agotamiento de paciencia o deseo aun cuando ni he empezado dicho evento. 
Más fácil: todo me caga.
Y generalizo porque son pocas cosas las que verdaderamente me llenan ese alto grado de embebecimiento que me gusta mantener. El mantener mi capacidad de asombro tan alta como pueda me ha servido para experimentar cosas con temor a perder sensibilidad, mejor dicho, poco es lo que me da miedo a que me desilusione.
El escenario contrario es referente a cuando algo cruza esa linea que planteo para poder disfrutar algo, lo convierto en algo tan idealizado que cuando acaba se lleva consigo toda mi energía.
Dada la descripción de toda la percepción que ronda en mi cabeza, dispongo a usar éste blog como un método de desahogo de todo lo que me llega a frustar, en todo tipo de ejercicio literario de mentada de madre.
Ah, sí, Hello World.