jueves, 24 de mayo de 2012

De 3 a 5:30 [Parte 2]

Preámbulo
Eran pocos días, algunos solamente, después de mi cumpleaños cuando conocí a mi pareja de ese momento, una chica linda, de estatura corta, cabello chino, tez blanca, sonrisa peculiarmente llamativa; la conocí en una fiesta infantil en donde el hijo de un amigo estaba cumpliendo 3 años, y debíamos celebrarlo a lo grande puesto que teníamos apenas 21 años. Hablamos ese día, convivimos, hubo penetrantes miradas y nos besamos entre copas, cigarros, gritos y súbitas intervenciones de amigos borrachos. Nada romántico, nada particular, solo era un triunfo personal el cual debí de haber adoptado muy frenéticamente ya que venía de una relación tormentosa y enfermiza ¡quién lo diría! Días después, esa chica me confiesa que tiene tiene novio -la primera que me hizo-, pero está a punto de dejarlo, sin embargo, me aferré a mi primer triunfo. Una semana después, la invito a mi fiesta de cumpleaños, donde a todos mis amigos les presumo de mi nueva adquisición, de mi nuevo logro después de haber tenido una pareja a la que le tengo mucho recelo. Todos mis conocidos, de ese momento, se encontraban emocionados por mi nueva actitud en la que me encontraba; dieron las 11 de la noche y ella no llegaba, un amigo tenía la enmienda de ir por ella puesto que yo, como anfitrión, no podía salir de casa. Llegó mi amigo, ¡por fin! Solo, me dijo que fue por ella y que a medio camino pidió que se desviara para ir a otro punto, mi amigo, poco extrañado omitió cualquier comentario, cuando llegaron al punto que ella había guiado se bajó del coche y le pidió perdón al conductor, afirmó que era casa de su ex novio, habían regresado y ella se quedaría a dormir en su casa ya que su mamá andaba de viaje -la segunda que me hizo en tan solo dos semanas-. Aferrado en mi imposición de que nadie podía hacerme tales cosas, decidí seguir insistiendo y al cabo de unos meses lo logré, muchos intentos, muchas frustraciones, muchos comportamientos en los que me desconocí. Fue mi novia. Salté detalles de ese transcurso de 4 meses en los que también me hizo varias jugadas las cuales me daría flojera redundar.
Por fin el día había llegado, de nuevo, su mamá andaba de viaje y veía mi oportunidad de dormir con ella. Me invitó a su casa, pero algunos tragos después -estábamos en un bar, en lo que parece que era la única actividad que nos acercaba- decidió no aceptarme en su casa, por lo que desesperado busqué alojo en otra casa, de algún amigo, conocido, no sé. No encontré nada, era ya de madrugada, le rogué que me dejara quedarme y lo logré, después de días de estar fuera de mi casa, era ya hora de dormir en una cama.
No pasó nada, no dormí nada, tenía la estúpida manía de beber, tomar, englutir cualquier sustancia que deformara mis capacidades cognitivas. Había consumido éxtasis por lo que mi furia era demasiada, no logré conciliar sueño ni mucho menos.
Al otro día me fui temprano, necesitaba alejarme de ese cerro de malas aptitudes hacia todo lo que hacía. Nunca pude en los consiguientes años.
Mientras todo esto pasaba, dichos tormentos, malos ratos, egocentrismos y dependencias, conocí a la principal de mi relato, mujer que podía cambiar mi vida, enderezar el vector tan mal dirigido en el que me encontraba, pero decidí descartarlo puesto que el ambiente en el que estaba me era más llamativo que su maldita prudencia para todo. Estúpido yo de 21 años.
Desde que salí de aquella empresa la relación intimó mucho más de lo que yo esperaba, seguían los mensajes, los largos párrafos de confesiones a través del messenger, llamadas diario, a las 6 pm, hora en que yo salía de trabajar y ella estaba por entrar a clase, llamadas a las 10 pm, hora en que yo llegaba a casa y ella disponía de dormir, llamadas a las 2 am, hora en que yo aun no conciliaba el sueño y extrañaba su voz, llamadas a las 7 am, hora en la que ella entraba a trabajar y me despertaba para irme a trabajar. Vamos, una relación a distancia en la que yo no me quería involucrar voluntariamente pero tenía toda mi atención.
Un día, bajo una conversación un tanto intensa llena de teclas y dudas para dar enviar al mensaje, le hice ver que aun cuando le tenía demasiado aprecio, no quería llegar al punto de tener relaciones, ya saben, para no formalizar. Punto en el que mentía porque me conozco demasiado bien, una vez pasando eso, el sentimentalismo me aflora de una manera que poca gente conoce. Una vez hecha ésta amenazadora advertencia me sentía a gusto haciendole ver que nada iba a ser más allá de besos, caricias y detalles en llamadas. Cosas que nunca dejé de ver como algo que yo sí quisiera, pero nunca me atreví a aceptar.
Cumplía años y fuiste la primera en llamar, mi relación actual estaba en caída vertical, todo el día pensé en ti y en tus labios, labios que nunca olvidaré, nunca olvidaré la sensación de morder ese par de pedazos de carne con la textura que jamás podría describir. Todo el día pensé en ti pero no pude decírtelo. No pude decirte que eras lo único que quería en ese cumpleaños. 
Mis cumpleaños me causan una gran depresión.
El tiempo avanzaba y no lograba determinar algo con ella, aun cuando lo quería, tenía la falsa esperanza de que ella no podría seguir en mi dirección de el ambiente en el que me encontraba, siempre ella preocupada por su universidad, por su familia, por sus hermanos, por su trabajo, por mi. Y yo, siempre preocupado por donde era que esa noche me iba a embriagar.
Un día, pensé individualmente en que ella sería la perfecta excusa para poder terminar con mi pareja de ese momento. Estaba acostado con ella, ya con problemas de infidelidad de las dos partes, fue cuando decidí mandarle un mensaje diciéndole que me llamara, ipso facto recibí la llamada, voz cálida, con un tono de preocupación, supongo por lo escueto de mi mensaje ya que tenía poco tiempo para hacerlo sin que me revisaran el celular; le contesté y me hice el sorprendido de recibir tu llamada, mi novia se enceló y me arrebató el teléfono celular haciendo ademanes de que me encontraba en problemas; empezó a alzarle la voz para decirle que ya no quería que me llamara, que tenía novia y que no quería saber nada de ella. Morí bajo las piedras que me enterraban de pena en ese momento con ella. No merecía eso, ¿por qué se me ocurrió tan valiente e inteligente acto? Por imbécil. Terminada mi visita con mi novia, decidí llamarle para pedirle disculpas, ella, tan fuerte como siempre lo ha mostrado, dijo que no había pasado nada, prácticamente "gajes del oficio". Nunca supe lo que en realidad pensó ella.
Después de las disculpas, parecía que todo seguía su curso, yo en mi relación y con mi cabeza en otro lado.
Las llamadas en la madrugada no pararon, nunca, y cada vez eran más intensas, nuestras visitas, nuestros besos, tomadas de la mano, abrazos, todo se incrementó en un nivel sensorial mucho más alto del que yo quería. 
Llegó el día, le propuse ir a un hotel, quería tenerla para mi en todo momento, ella, tras varios argumentos en los que no se notaba muy de acuerdo, pero tampoco lo contrario, accedió.
Nos vimos en una avenida cerca de mi casa, gran avenida, 6 de la tarde, decidimos entrar y después de todos los nervios que yo sentí y el doble por parte de ella, iniciamos.
Todo vago recuerdo de ello, todo esplendor, todo lo que sentía era para mi especial, para ella, el momento que toda mujer recuerda por siempre, su primera vez. 
Yo recuerdo no haberla pasado bien en mi primea vez, estaba muy chico, la otra chica era mucho más grande que yo, nada salió bien.
Esa noche, nunca sentí tanta humedad en mi cadera, ella arriba de mi, deslizaba todo su cuerpo sobre el mío, parecía que lo disfrutaba mucho, mucho más que yo. El sentimentalismo de mi parte, como siempre, oculto debajo de la cama, no podía mostrar mi manera de sentir hacía ella, lo único que quería era que nos uniéramos en un lapso que nadie determinara. Recuerdo que tiempo después terminamos acostados, viendo un programa infantil, ella sobre mi brazo y su brazo sobre mi pecho. Satisfechos, contentos, pero no sé si feliz: acababa de poner mi cabeza en la guillotina en una situación en la que no podía tener el control dado el estado en el que me encontraba.
Varias veces se repitió en mi casa puesto que quedé desempleado porque la empresa en la que laboraba fue comprada por el monstruo de la industria.
Esas visitas cambiaban mi vida, ibas a mi casa, comíamos comida congelada, en mi cama, después me metía a bañar y a veces me vestía, otras me volvía a acostar contigo, algunas veces salíamos a comer unos tacos cerca de mi casa, siempre pagabas tú porque yo no tenía ingreso, era deprimente pero siempre lo hiciste incondicionalmente. 






Llegabas a las 3 y te ibas a las 5:30, siempre.

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