martes, 22 de mayo de 2012

De 3 a 5:30 [Parte 1]

Cada que trato de alzar la cara para ver el panorama, busco con la cara hacia abajo, forzando mis ojos a mirar al frente, cualquier detalle que me detenga a levantar la vista; me incomoda voltear a ver a cualquier dirección sin antes fijarme que no me estén viendo, es ridículo, pero no lo tolero.
Eran las siete de la mañana cuando levanté la vista una vez ya sentado en mi escritorio de trabajo, un área amplia en la cual poca privacidad había, todos los empleados de donde trabajaba tenían la necesidad de estar en constante linea de comunicación por lo que no había cubículos en los cuales uno pudiese encerrarse a no socializar. 

Dispuesto a dar los primeros roces de falsa simpatía ya que no me encontraba del todo a gusto en ese lugar, vi a 15 metros una cabellera tan negra y pesada como cualquier cofre que tiende al fondo del mar, asombrado, inmediato me levanté a revisar el nuevo recurso que adquiría la empresa; confirmado, era una chica que llamaba la atención de cualquiera que pudiese pasar tan cerca de ella para parecer tan irracional y no voltear a ver. Lentes estrechos, cejas de bárbaro poder, tan arqueadas que delineaban su cara a proporciones inéditas, labios carnosamente chicos, mejillas con hoyuelos cálidos con los que podía mediar con cualquier sobriedad de plática con ella, ojos profundos, vaciladores, coquetos e hipnotizantemente negros, un talle enorme con unos pechos que podía imaginar desde el primer momento en que te vi, de calidad elegante y proporciones épicas, mujer alta, de piernas largas, torneadas, perfectas. Morena, tez de tonalidades que causan temblores a cualquiera.
Días después, no recuerdo cuantos, decidí presentarme más informalmente a como acostumbraba el área de recursos humanos en la empresa, su voz, tierna y aguda llenó mis oídos de llaneza durante días, días que se convirtieron en años hasta ahora. Empecé a ahondar en su cabeza con infinidad de preguntas a las que contestaba angelicalmente con monosílabos insoportables. Decidí desistir de mi interés por ella, claramente me mandó el mensaje de que yo no era si no una persona más que cruzó frente a ella. El problema fue cuando me di cuenta de que ella no había sido así para mí, comenzó a no querer salir de mi cabeza al grado de no saber cómo actuar puesto que no estábamos ni cerca de conocernos más profundamente.

Preferí insistir sin preguntar, le pedí su cuenta de MSN Messenger, lo que, en esos tiempos, era algo muy particular para intimar más en una amistad -que no era precisamente lo que yo quería-. Recuerdo que me lo dio inmediatamente y de esa misma manera le agregué y comenzamos a platicar. Raro, pero escribiendo se desenvolvía mucho más, más confianza, más íntimo, justo lo que quería. Me contó todo lo que le puedes decir a un perfecto extraño los primeros días, todo acerca de su familia, de su relación con un chico, más grande que tú, amigo de tu familia, ese que había sido tu maestro, ese que tenía negocios impresionantes con su papá, ese que tenía la madurez que nunca habías visto en alguien, ese que se había convertido en mi peor enemigo desde aquel momento.
Salté el tema tan inteligentemente que me devolvió la pregunta que nunca quise que me preguntara, si yo tenía una relación. Tuve que decir que sí, puesto que la tenía, sin embargo, era la peor relación en la que me encontraba y no tenía interés en conservar,  pero tampoco tenía el valor para terminar.
Pasó el tiempo y nos acercamos tanto que me dio miedo no poder controlar las cosas, teníamos mucho en común pero no quería aceptarlo, no podía controlarlo. Me cuesta trabajo pensar en involucrarme en eventos que no pueda tener un control obvio de la situación. Me estabas gustando y no podía perder la razón tan rápido.

***
Pésimo para mí, no me gusta aceptarlo, pero soy dos personas las cuales conozco a la perfección, la que piensa claro y la que no. La que piensa que controla la situación y la que es controlada por la situación. Es difícil mostrar mi lado que no me gusta, de hecho, solo se la muestro a la persona en la que me encuentro relacionada sentimentalmente, y me pone en una situación muy vulnerable, por lo que no me gusta que se muestre ese lado de mí donde pueden hacer de mí, prácticamente, lo que quieran.
***

No podía mostrarle ese lado de mi tan rápido, tenía que impregnar rápidamente mi imagen de patán antes de que pudiese enseñar mi lado real, vamos, tenía 21 años, ¿qué más podía, yo, esperar de mí? Pero bien, algo le gustó de mí y decidió acercarse más y más. Abrí parte de mi, le mostré un poco de lo que podía ser y creo que le gustó, no sé por qué. Nunca quise proponerle algo más íntimo que nuestra amistad por temor a romperla, sin embargo tenía el cien por ciento de mi atención, todo el día, cada segundo de las horas que pasaban lentamente en la agonía de mi relación actual con una mujer que hizo de mí lo que nunca habían hecho.

Salí de aquella empresa en términos súbitos por lo cual había solicitado discretamente meses atrás, nadie sabía, ni yo. Cambié de trabajo y continuamos hablando por ese medio que tanto me dio de ella. Cuando entré a trabajar a mi nueva oficina, me di cuenta que podía seguir viéndola, estábamos a tan solo unos edificios de distancia, por lo que le propuse vernos en la esquina media que había entre nuestros trabajos. 

A ti:
Eran las 2:30 de la tarde, marzo de 2007, calor repugnante y lleno de personas caminando por la acera y camellón de esa calle que era el único camino a verte. Acordamos vernos dentro de 15 minutos en esa esquina, llegué poco antes que tú, solo unos segundos, tiempo de dio de prender un cigarro y ver a toda la gente que pasaba pensando en que si podría ser un blanco fácil de miradas con lo que pensaba hacer, tenía pensado besarte. Llegaste con tu paso apresurado, de larga zancada, sin tacones, pantalón caqui con una blusa verde esmeralda. Nos saludamos, sonreímos, sabíamos perfectamente porqué estábamos ahí, subí a la banqueta ya que estaba abajo de ella, esperando a que fueras como casi todas las chicas con las que me había besado, chaparra, pero no, eres tan solo unos centímetros más baja que yo por lo que tuve que subir a la banqueta, después de un par de minutos de plática que teníamos que tener con cordialidad socialmente aceptada nos acercamos con sonrisas nerviosas y nuestros labios se tocaron de una manera tan tímida e inocente que me desconocí. Sentí un rayo que atravesó mi espina, me besaste con la ternura que no conocía y sacaste de órbita todo lo que pensaba tener bajo control. Fuiste la sensación que nunca tuve, la sensación que siempre quise tener. Poco a poco nos acercamos más y decidiste terminar con aquel beso que quise que fuera eterno. Te despediste raudamente dejándome ahí, con un hoyo del tamaño del zócalo de México en la boca del estómago, como si lo que hiciste estuviera mal y sí, estaba mal, no era el momento ni el lugar. Seguimos repitiendo dichos encuentros, en el mismo lugar, a la misma hora. Cada vez más sensual, más fuerte, más excitante. Lo que había empezado como acercamiento solo de los labios, había terminado en abrazos fuertes y cálidos, te tomaba de la cintura, esa zona de la que me enganchaba para poder mantener los pies pegados al concreto. Consecuentemente me provocabas erecciones dentro de nuestros pocos y cortos momentos de ternura evolucionada en pasión de 3 minutos, siempre entre cantidad incontable de gente que nos rodeaba, mi único impulso era pegarme a ti hasta que un día lo hice tan indiscretamente contigo que te diste cuenta, metiste tu muslo entre mis piernas para sentirme más y mi única reacción inmediata fue aventarte efusivamente a unos arbustos, reacción de pánico ya que no quería que te dieras cuenta. Inútil, demasiado tarde.


No hay comentarios:

Publicar un comentario